domingo, 27 de marzo de 2011

Mi amigo y vecino Spiderman... perdón, Totoro


Hayao Miyazaki es el creador de esta grandiosa película. Está considerada por muchos expertos en la materia como la mejor película de animación de la historia, aunque Mi vecino Totoro es menos famosa que El viaje de Chihiro o La princesa Mononoke, que son los dos grandes éxitos de Hayao. Yo no la conocía, aunque la película existe antes de que yo naciera. Por suerte oí hablar de Totoro gracias a un programa en la televisión, donde decían que se reeditó en 2009 para los cines en España, puesto que había ido directamente a los videoclubs sin pasar por cartelera. Otros éxitos de Hayao son Ponyo en el acantilado, El castillo ambulante o Nausicaä del Valle del Viento.

Mi vecino Totoro es un manga de los de toda la vida. En este caso anime. Cuando Mei toca la barriguita blandita y peluda del espíritu Totoro, suena el tradicional "puik, puik" tan típico, tan conocido en el anime de toda la vida, tan encantador como siempre. El mismo que salía cuando Goku suplicaba a Chichi por un plato más de arroz en Bola de Dragón o el que suena cuando Luffy incordia a Nami en el incombustible One Piece. Los bebés Digimon también tienen esos sonidos tan monos y característicos. Mi infancia está ahí mismo, como podéis ver, a tiro de piedra.

La película es para verla tranquilo y relajado. Se intercalan escenas y paisajes: Escena, paisaje, escena, paisaje... incluso algunas escenas son paisajes en movimiento. Esto la hace lenta, pero son tan bonitos los dibujos que de lenta pasa a ser dulce, de soporífera pasa a ser relajante; la letanía se convierte en terapia.

La historia trata sobre dos niñas pequeñas que se mudan con su padre a una casa rural, mientras la madre se recupera de una enfermedad. Conocen a los espíritus del bosque, y sólo ellas pueden verlos. La hermana mayor es madura e inteligente al mismo tiempo que soñadora e intrépida. Valiente, decidida, segura y muy responsable. Está dibujada magníficamente y el pelo corto le aporta una gran sensación de entereza. Cuando se mueve lo hace con fuerza, pisa fuerte, corre rápido, flota, levita. La hermana pequeña es igual de soñadora pero un poco más patizamba. Eso sí, con un encanto digno de pellizcar sus grandes carrillos. Se fija en todo lo que hace su hermana para aprender y la admira verdaderamente. No le impresiona ver un espíritu del bosque porque su padre es el encargado de alentar su imaginación. La suya y la de su hermana. El padre, en vez de destruir, crea, no cohíbe, distribuye y aumenta la imaginación de sus hijas y la capacidad de sentir, y las deja soñar.

La madre está enferma y no vive con ellos de momento. Pero Satsuki encuentra fuerzas en los espíritus para contarle con ilusión estas experiencias mágicas, que tienen como telón de fondo, su jardín. Un jardín que se convierte en bosque, un bosque que se convierte en naturaleza. Una naturaleza inundada con el sonido de las chicharras japonesas, sonido universal de samuráis.

En definitiva, es una película preciosa. Le dedico esta bellísima película a mi "amiga" karateka Miki, que aparte de tener un blog aclamado y respetado, es tan decidida como Satsuki, tan soñadora como Mei, y tan grande, gorda y fea como Totoro. Todo con mucho cariño. Es que nos queremos mucho.

Ah, y Akari significa luz.