martes, 16 de noviembre de 2010

Trilogía de Jim Carrey (parte III) El show de una vida


Nos ponemos en pie y aplaudimos para hablar de esta película. Atención al dato: Es de 1998, no hace falta gran tecnología ni efectos especiales increíbles para crear una película espectacular y emocionante. Hace ya mucho tiempo que se rodó, y cuanto más nos sorprende una película anterior, es porque sabe guardar la calidad.

Otra película de Jim Carrey y para sorpresa de los que no la han visto, esta vez no es una comedia. Es un gran drama, con un grado de sensibilidad que puedes acariciar la pantalla para secar las lágrimas de Truman.

La película tiene una potencia que se encierra en la mente de Truman. Esas ansias de volar, esas ganas de huir, dejarlo todo, apartar los chismes del escritorio a un lado y que se precipiten al vacío de la papelera. Barrer a toda esa gente que lo ahoga con la rutina y salir corriendo. Su vida es una mentira, que tapa a otra, y aunque en la película vista unos ridículos pantalones cortos de cuadros escoceses, está muy desnudo, indefenso ante los ojos de la humanidad que lo contempla sin pudor y sólo le otorgan un abrigo de falsedad.

¿Dónde quedó su pudor? ¿Para cuándo la intimidad de una noche a solas? Los ratos de expansión mental que te hacen hablar solo, frente al espejo... Y en esta película anegados por un torrente de ojos viciosos que necesitan saber día tras día que ha hecho y dicho su mono de feria.

Un bucle de recuerdos que todos conocen. Nuestra cara en cojines, tazas con nuestro nombre y un utensilio de cocina que sirve para cortar, pelar y triturar, todo en uno, acompañado de una gran taza de humeante Moca-cao.

¿Cuántas veces se puede engañar a un hombre? Una, dos, doce, veinte... Si eres Truman las que quieras. Y encima dirán de él que la culpa es suya. Que se deja y se conforma con lo que tiene. Como dicen en la película si nos ofreciesen esa realidad muchos aceptaríamos cerrar el pico y seguir viviendo felices, dentro de una mentira, pero felices. Pero el amor lo mueve, y hace que necesite buscar lo que siente. Perseguir una cara en las revistas, una promesa, una ilusión. Siempre nos quedará Fidji.

Con todo esto Jim Carrey demuestra que el encasillamiento no es justo. Grandes comedias pero, mejores dramas. Sabe llorar, sabe sufrir, sabe amar y sentir miedo por un recuerdo trágico en el agua. Parece triste e injusto acabar así, pero hay que sentirse orgulloso de la valentía de seguir adelante, después de tocar EL FIN DEL MUNDO con una barquita, tras haber descubierto que todo es un trozo de cartón y plástico... y tener fuerzas para llegar al final de la película, Truman y Carrey, los dos juntos, y acabar con una sonrisa, esa sonrisa que nadie le podrá quitar.