martes, 14 de diciembre de 2010

Edward no es una ilusión



Un día mientras recorría el videoclub donde solía alquilar películas me detuve delante de esta portada. El ilusionista. Título sugerente y más aún por las referencias que me daba el dueño del videoclub, un tipo que controla el tema. Cogí la película, eché otro vistazo para ver que no había nada más llamativo alrededor, pagué y me marché. Hice bien, o eso creo.

El comentario de hoy va dedicado a una amiga mía, alguien que en cierta manera hace magia, sobre todo cuando habla, porque piensa demasiado rápido (más incluso que yo). Hablamos más bien poco de cine, pero esta película le gusta, y gracias a ella la he recordado vivamente. Gracias Pili.

El principio es interesante, a su manera. La magia es un tema socorrido, recurrente, bastante utilizado pero... ¿A quién no le gusta? Aunque sepamos que son trucos, aunque sepamos que son ilusiones, nos gusta creer y sentir que todavía tenemos la capacidad de maravillarnos. Aunque siempre hay un algún respetable escéptico que le gusta dudar de todo. He vivido eso: yo antes era bastante asiduo al club de los que no se creen nada si no está demostrado. Pero lo pensé mejor y me di cuenta de que aunque tengas los pies en la tierra, soñando un poco se vive mejor.

La película tiene en sí misma un acabado normal. No es que sea espectacular en cuanto a los efectos. No tiene grandes escenas para el recuerdo y la memoria y tampoco ningún prodigio técnico en la forma de grabar. Ahora bien, la película en su conjunto, el "todo" de la historia hace que tenga un "nosequé" que irremediablemente nos atrae. Nos invita a entrecerrar los ojos para ver mejor que es lo que ocurre. La película crea agudeza visual. Hay que fijar la vista.

Pues viendo el bonito principio me animé, para poco después sentir pánico para ver que la historia derivaba en un drama insulso. No me encajaba la historia de amor tan manida. La de la princesa y el campesino, la de la huida feliz a un lugar donde nadie pueda alcanzarlos, ese prototipo demasiado arquetípico, demasiado poco inesperado. Pero afortunadamente la historia da un giro rápido, y como una ilusión, se esfuma. Cortina de humo y empieza la historia de verdad, una historia de venganza, de resignación o de no se sabe qué. Porque recordemos que Eisenheim es un CHARLATÁN.

Rufus Sewell interpreta al príncipe. Me encanta todo el papelón que hace. Un buen abuso de poder, una capacidad de orden muy conseguida y todo lo que representa ser un fanfarrón. Muy meritoria la actuación.

Paul Giamatti es serio. Aunque gaste sus bromas y todo lo demás, le toca ser el policía cuerdo y lo hace de manera que parece real. Yo me lo creo cuando lo veo. Así que supongo que a eso es a lo que se le llama un buen trabajo.

Edward Norton encarna a otro Edward. Más conocido como Eisenheim. En esta película el protagonista está dividido. En la primera mitad da una sensación de persona soñadora, trilero amigable, alguien que crea espectáculo, que se enamora y se emociona por un recuerdo... en la segunda es un mago oscuro que va sobrado. SOBRADO y LIVIANO, pero también soñador. Ni más, ni menos. Y que alguien me explique cómo los papeles de tipo duro le sientan tan bien a Norton, al igual que los papeles de tipo blando, de hombre enamorado. Un alma tan cándida en la vida real, pero que se adapta a todo. Camaleón Multiusos Norton debería llamarse. Es el rey del cine (además ha conseguido ser el novio de Salma Hayek, por lo que para mí es todo un maestro).

Esta historia tan simple, guarda un final apoteósico. Una de esas perlas que te hace sonreír al pensar en lo compleja que es la vida de los enamorados, y en lo sencillo que es un NARANJO con DOS MARIPOSAS.

De nuevo se corre el telón, se acaba el acto... y todo ha sido una ilusión.