Hace ya 10 años, llegó al cine de mi pueblo una película. Yo no había oído hablar mucho de ella, pero me bastaba con el anuncio para saber que me iba a gustar. Llegaba tres meses tarde; el cine de pueblo es lo que tiene, pero llegó. Y un domingo por la noche me encaminé hacia el cine con mi padre. Empezaba a las 21:30 y acababa a las 00:30. Y al día siguiente tenía una agradable clase de Conocimiento del medio...
Yo leo demasiado, todo lo que cae en mis manos lo repaso, varias veces, y ya de pequeño uno de mis géneros favoritos era la fantasía épica. Al ver el anuncio de esta película se me dilataron las pupilas: ambiente medieval, guerras, castillos, magos, trasgos, orcos, trolls, goblins, hobbits, magia, escudos, armaduras... Los amantes del género saben de qué hablo.
Y por eso decidí verla, porque me gustaba el género. Ya no me enfado (antes sí) cuando alguien me dice que no le gusta El señor de los anillos. Lo entiendo. Si te gusta el género es una gran película. Si no te gusta puede incluso aburrirte debido a la duración. Pero dado que hoy es mi cumpleaños, permitidme que me explaye, que me haga un regalo a mí mismo y os aburra un rato con lo que yo considero la mejor película de la Historia. Obviamente no lo es, pero para mí es así. Viva la subjetividad.
Esta película es para verla solo o en familia, o con amigos, o con gente a la que no conoces... Da igual. Pero como más se disfruta es viéndola con un par de amigos, de ésos que conocen los diálogos tan bien como tú, de ésos que parafrasean a los héroes como los adeptos de esta película hacen. Por ello quiero dedicar este comentario de la película a un gran amigo con el que comparto muchas pasiones, Pedro, que es un noble gondoriano.
Y empieza la película... Una voz élfica, Galadriel, narrando la Era de los Hombres, la Guerra del Anillo, la caída de Sauron, la avaricia de los hombres y esas letras añejas y doradas que nos presentan el título. El Señor de los Anillos es una dimensión ÉPICA en cada escena.
En primer lugar me gustaría hablar de uno de los mayores atractivos: la puesta en escena y los respectivos escenarios. Los campos de NUEVA ZELANDA horadados para hacer unas casas de unos diminutos hobbits. Paisajes, campiñas, montañas, lagos, bosques... Apabullantes durante toda la película: Magníficas Rivendell y Lothlorien, morada de elfos, arquitectura forjada a base de naturaleza, escaleras de caracol alrededor de un tronco, peldaños de madera... Las minas de Moria te dejan sin aliento al comtemplar la arquitectura de los enanos, que cavaron profundo en las profundidades de la Tierra y despertaron al Balrog, que se pasea iluminando cada pasillo... El viaje en río para comtemplar a los Argonath, los grandes reyes del pasado custodiando ambos lados del camino.
El vestuario merece un reconocimiento. Uno de los detalles que más me impacta son las elaboradas túnicas de los Nazgûl, hasta 40 metros de tela eran necesarios para hacer estos trajes. Todo lo que se utilizó se hizo especialmente para la película, armaduras y cotas de malla hechas a mano, como antaño, al igual que el attrezzo donde aparecen las espadas forjadas por maestros herreros, con métodos tradicionales, todo muy casero y con un acabado artesanal muy lujoso. Los actores que hacen de goblins tienen un profesor que les enseña a moverse, a atacar a desenvolverse con los movimientos encorvados y con las piernas arqueadas como lo haría un goblin, que no es igual que un trasgo ni que un orco. No se puede ser más profesional.
Los enemigos son fundamentales. De lo mejor de la película. Saruman, el mago que se ha cambiado de bando y es una gran amenaza. Unos Nazgûl tremendos, que dan miedo de verdad, que cortan la respiración; hasta su montura da miedo. El Balrog, una bestia mítica que es fuego y sombra, es una proeza tecnológica. Trolls, orcos, goblins y Sauron, siempre Sauron, el gran ojo que continuamente vigila cualquier momento de debilidad del portador. Pero en esta primera película el antagonista no es Saruman, ni los orcos, ni siquiera Sauron. La semilla maligna está plantada dentro de la comunidad, la codicia bombardea a Boromir desde dentro y se convierte en un problema, pero es un miembro de la comunidad y sigue siendo un héroe, al final acaba como un ser digno, aunque el cuerno de Gondor deje de sonar.
Las batallas son bestiales. Persecución de los Nazgûl y pelea con fuego en La Cima de los Vientos, la batalla contra el "agua" y la posterior huida dentro de las minas de Moria, la batalla sobre la tumba de Balin, el sacrificio de Gandalf y la batalla en las afueras de los bosques de Lórien.
Y por último el punto clave: Los amigos. Los miembros de la comunidad. Aragorn es el héroe perfecto. Y Legolas y Gimli, también, unos lugartenientes perfectos. Sin olvidar el papel que ya hemos nombrado de Boromir, el imprescindible Gandalf como pilar fundamental de la fuerza de Frodo, y Sam, Pippin y Merry, que siendo hobbits tienen una dimensión inabarcable, como ya veremos en la tercera película.
De esta primera parte me quedo con esa mirada de Frodo, hacia atrás, girando el cuello con miedo y comprobando que todo era yermo y oscuro. No en vano Peter Jackson se preocupó de que esta escena fuera la más repetida de toda la película. La grabó decenas de veces, hasta que consiguió que Frodo nos mostrara con sus ojos todo lo que había pasado, todo el miedo que había sentido y todo lo que le quedaba por sentir. Puedes ver todo esto en sus grandes ojos. Pero también nos enseña su determinación, su fuerza y su valía para siendo un ser insignificante, coger ese anillo y tomar tal decisión.
Cuando ves esta película es como si te atravesara una hoja de Morgull, la REMINISCENCIA dura toda la vida. Te acompaña ese sentimiento de alegría por haberla visto, por no haberte perdido tal belleza, tal historia, tal aluvión de acontecimientos que encogen el corazón, y la llevas siempre contigo, aquí, AL FINAL DE TANTAS COSAS.